Pertenecer a la Administración Pública, es decir, al conjunto de instituciones o entidades que se encargan de administrar los recursos de los ciudadanos para proveer servicios públicos, es una labor que exige un nivel de responsabilidad muy alto de cada una de las personas que pertenecen a su estructura, así como un conocimiento de los conceptos y procedimientos adecuados para el uso de dichos recursos.
Uno de los conceptos que genera más confusión es el de inversión pública. Para entenderlo, previamente es necesario comprender otros conceptos relacionados con el gasto público. De acuerdo con el Ministerio de Economía y Finanzas, “son el conjunto de erogaciones que por concepto de gastos corrientes, gastos de capital y servicio de deuda, realizan las Entidades con cargo a los créditos presupuestarios respectivos, para ser orientados a la atención de la prestación de los servicios públicos (…)”.
El gasto corriente se refiere a aquel que sirve para el funcionamiento regular de las entidades y no va a generar un incremento de su capacidad productiva o de atención (planillas, bienes de uso rutinario no duraderos, servicios de mantenimiento, por ejemplo). El servicio de la deuda corresponde al pago del capital por los préstamos obtenidos por las entidades para el financiamiento de sus intervenciones.
El gasto de capital, a diferencia del corriente, sí está destinado a generar un incremento de la capacidad productiva o de atención de las entidades y dentro de él se encuentra incluido el concepto de inversión. Así, el gasto de capital incluye a los proyectos de inversión, las IOARR (inversiones de optimización, ampliación marginal, reposición y rehabilitación) y los otros gastos de capital. La diferencia entre cada uno de ellos es que en los dos primeros se interviene sobre activos estratégicos (activos cuya ausencia se convierte en factor limitante de la capacidad de producción), mientras que en el último no, por lo que su adquisición queda al margen de los requisitos del Sistema Nacional de Programación Multianual y Gestión de Inversiones (Invierte.pe). Entonces, se puede decir que los proyectos y las IOARR corresponden a lo que se denomina tradicionalmente como “inversión”, ya que su gestión se regula a través de un sistema administrativo propio (Invierte.pe).
Entre los conceptos señalados también es importante esclarecer la diferencia entre mantenimiento e IOARR. El mantenimiento consiste en un conjunto de actividades que garantizan la conservación de los activos que han sido generados o modificados durante la ejecución de una inversión para que se asegure la provisión continua de bienes y servicios en la etapa de funcionamiento. Dada su descripción, se podría descartar su semejanza con una IOARR de optimización, ampliación marginal o reposición, pero existe mucha similitud entre un mantenimiento, en particular el correctivo, y una IOARR de rehabilitación. No obstante, la diferencia radica en la extensión de la infraestructura a rehabilitar: por debajo de un umbral mínimo (definido por cada sector) corresponde hacer un mantenimiento. Por encima del umbral podría ser una IOARR de rehabilitación o proyecto de inversión de recuperación. En el caso de equipos, si la intervención es sobre uno cuyo valor de reposición es menor o igual a 750 UIT, corresponde un mantenimiento; de lo contrario, se tendría que formular una IOARR de rehabilitación.
Una forma más sencilla de advertir si estamos ante un mantenimiento es evaluar si este gasto puede ser recurrente o periódico en un mismo ejercicio fiscal, ya que las IOARR, por su naturaleza, no se pueden volver a generar sobre un mismo activo que ha sido intervenido en los 03 años previos.
Es importante tener bien en cuenta estas diferencias y categorías debido a que evitarán pérdidas de eficiencia por el tiempo y esfuerzo invertido en elaborar una propuesta de intervención que se tendrá que reformular, con su consiguiente retraso en la ejecución, y responsabilidades administrativas en el caso de haber aprobado la ejecución de un gasto corriente cuando correspondía un gasto de inversión.